Los bares swingers entran cada vez con más fuerza entre las opciones a considerar cuando de escoger rumba se trata, pues han dejando de ser una alternativa exclusiva para parejas que gustan del intercambio, convirtiéndose en una buena opción para aquellas que desean una noche un poco más “picante” de lo normal, que se sienten un tanto voyeuristas y/o exhibicionistas, y que gustan de bailar de manera más atrevida a la que permite la convención en otros lugares.
El mito según el cual entrar a un bar swinger implica, necesariamente, aceptar el contacto sexual con los demás asistentes, pierde fuerza. Ahora, junto a los swingers reales, encontramos muchas parejas curiosas, que también pueden disfrutar del lugar y las alternativas que éste ofrece, sin cruzar las barreras de sus propios intereses.
Por otra parte, no sería correcto hablar de la rumba swinger, porque también dentro de ella existen distintas clases:
- Los bares nudistas, en los que la ropa debe quedarse en los casilleros de la entrada. Se puede optar por la desnudez total o por usar las toallitas que se ofrecen. Además del bar y la pista baile, cuentan con zonas húmedas (sauna, jacuzzi, turco) y con habitaciones para parejas y grupos.
- En Bogotá existe uno con piscina, ideal para satisfacer la fantasía común de nadar sin vestido y acercarse a la pareja más de lo que resulta posible en los sitos de veraneo tradicionales.
Sin embargo, la mayoría de bares swingers no son nudistas. Un observador desprevenido podría fácilmente confundirlos con sitios de rumba tradicional, a partir de su disposición, decoración y servicios, de no ser por las características propias de estos lugares, que saltan a la vista luego de algunos minutos: no se permite la entrada de hombres solos, los atuendos y el baile son mucho más atrevidos, y a medida que avanza la noche es probable que algunas prendas de vestir comiencen a desaparecer. La mayoría cuenta con “Sala de Fantasías”: una habitación amplia, adecuada con sofás, tal vez algún columpio erótico y la ya famosa “Cama Franca”, dos veces una doble, dispuesta para las parejas que deseen entrar en el juego. Suele ser frecuente que para entrar a la Sala de Fantasías se exija estar desnudo, pero no en todos los lugares ocurre. Además, este espacio tampoco implica la obligación de contacto físico con los demás: es posible entrar en calidad de observador. Una última característica común de los bares swingers es el show de media noche, que por lo general incluye un striptease de pareja y sexo explícito.
El swinging como filosofía de pareja implica una serie de libertades y compromisos que van más allá de una noche de rumba. Uno de estos bares tal vez resulta para ellos un espacio privilegiado, pero sus puertas también están abiertas para parejas que hasta ahora sienten el impulso de la curiosidad. Sea uno u otro el caso, la rumba swinger resulta hoy en día una opción válida, que puede proporcionarnos momentos muy divertidos, y, en todo caso, una noche inolvidable.